La duración y dificultad del trayecto es totalmente impredecible, incluso cuando parece que ya se ha terminado. Miro a un lado y ahí estás tú, quien aparentemente ha puesto fin a ese camino, pero en realidad no sé si sigo en el trayecto y si tú eres la persona.
Hay personas que son salvavidas, llegan en el peor momento de tu vida y te salvan. Te guían hasta la superficie cuando estás a punto de ahogarte. Esas personas llegan de repente, cuando menos esperas que alguien te pueda hacer salir de la inmensidad del océano, de tu propio océano, y consiguen hacer lo que tú nunca fuiste capaz de hacer: salvarte. Y es que, ¿Quién no quiere un salvavidas cuando ya está a punto de ahogarse?
Cuando menos te lo esperas algo: un olor, un lugar, una persona…, te hace volver a recordar. Y entonces experimentas una infinidad de sentimientos que pueden ser tan parecidos como opuestos, y todo esto ocurre en milésimas de segundo. De repente todo lo que sentiste un tiempo atrás vuelve a estar a flor de piel, pero ahora empiezas a entender. Lo que antes daba rabia porque no pudo ser, ahora es alegría por haber podido vivirlo. A veces solo hay que comprender que hay personas que son pasajeras, llegan a tu vida con una misión, ya sea para enseñarte un aprendizaje o ayudarte a salir de un mal momento, pero que no perduran, y aunque tendemos a aferrarnos y a no soltar a las personas que un día nos hicieron felices, la realidad es que debemos dejar ir para que algo mejor pueda venir a quedarse.
Hay amores que duran toda la vida, aun estando separados.
Sí, me estoy recomponiendo. Empiezo a sacar la cabeza de aquel agujero profundo y lleno de oscuridad en el que me metí de lleno, en parte, de manera consciente. Hecha pedazos es muy difícil recomponerse, para eso tienes que recoger los trozos que se han ido perdiendo por el camino, pero primero debes saber en qué momento empezaste a quebrarte, dónde está el principio de todo.
He aprendido que hay veces en las que necesitas permitirte estar triste, ausente, perdida…, incluso a sentirte sola aun estando rodeada de gente, porque hay ocasiones en las que no existe consuelo que te haga sentir mejor, después tienes que ser capaz de cerrar capítulos y aceptar otros.
Estoy contenta, porque después de una gran tormenta estoy empezando a ver la luz y, sobre todo, empiezo nuevamente a ser yo, esa persona a la que había perdido y he extrañado como a nadie.
A ti, que eres veneno y antídoto,
que me matas lentamente y a la vez me curas. A ti, que te quiero como si
llevara toda una vida haciéndolo, que me daña verte pero más daño me hace
dejarte marchar. A ti, que para olvidarte van a tener que barrer demasiados
recuerdos y para recordarte me basta con mirarme al espejo. A ti, que me has
arrasado y ni siquiera eres consciente de ello, que das un paso al frente y al
segundo retrocedes dos.
De mí, que me desespero una y
otra vez por no poder controlar mis sentimientos, que pienso en decirte adiós y
al instante me arrepiento. De mí, alguien que tenía las ideas claras hasta que
te conoció, que estuvo en lo alto de la cúspide hasta que le diste una patada. De
mí, que habría hecho todo por ti a pesar de que tú no por mí, que no deseo nada
más que poner fin a esto. De mí, que echo de menos aquel vago recuerdo que nos
une, y cada vez que cierro los ojos te tengo frente a mí.
